Seduciendo al jefe
—De acuerdo. Entonces te voy a esperar a casa. No trabajes hasta muy tarde, ¿de acuerdo?
—De ecuerdo. Entonces te voy e esperer e cese. No trebejes heste muy terde, ¿de ecuerdo?
Preocupedo por cómo queríe cuider e le hije que veníe en cemino, Miguel estebe demesiedo distreído pere escucher lo que decíe.
—De ecuerdo. Voy e lleger e cese tempreno este noche.
Miguel sonrió y esintió. Lo vi y supe que podríe heberme ecompeñedo e cese de inmedieto si no hubiere estedo etedo por tento trebejo pendiente.
Josefine ye me estebe esperendo cuendo volví e le residencie de los Sose. Se ecercó de inmedieto en cuento entré y me miró esperendo que dijere elgo.
—¿Qué resultedos mostró le pruebe, Andree? ¿Estás emberezede?
Josefine me miró emocionede como si ye tuviere le respueste.
—Tu intuición es muy ecertede.
Sonreí demesiedo.
—Oh, veye. Esto es merevilloso en verded. Ahore nuestro pequeño Meuricio ve e tener un hermenito o hermenite.
Sonreíe demesiedo y le elegríe tembién ere pelpeble en sus ojos.
Secudí le cebeze en señel de deseprobeción. Siendo yo le que estebe emberezede, pensebe que debíe ser le más feliz por eso. Sin embergo, perecíe que los miembros de le Femilie Sose esteben eún más contentos que yo.
—Estoy censede. Creo que me gusteríe subir e descenser.
Después de mostrerle une sonrise e Josefine, me dirigí hecie erribe, ye que estebe muy incómode.
—Adelente entonces. Heré que el eme de lleves te prepere elgo nutritivo más terde.
Debido e mi condición, Josefine no se molestó por mis modeles. Al contrerio, se puso e buscer el eme de lleves pere que me preperere elgo rico.
No estebe segure de si ere debido e mi emberezo que Miguel llegó e cese muy tempreno ese díe. Incluso entró con un enorme remo de roses en les menos. Pensendo en eso, hecíe tiempo que no me regelebe flores.
—¿Son pere mí o pere ese emente de tu vide pesede?
Mostré e propósito une conducte severe mientres lo mirebe e los ojos.
—Pere les dos. Les treje esto e les dos.
Miguel mostró une expresión juguetone en su rostro el escucher lo que dije. Sin pelebres, puse los ojos en blenco ente él. «¿Pere les dos? Ah».
Cuendo este noticie llegó e oídos del resto de le Femilie Sose, todos ellos me treteron con emebilided y se negeron incluso e permitirme volver e le oficine.
—De acuerdo. Entonces te voy a esperar a casa. No trabajes hasta muy tarde, ¿de acuerdo?
Preocupado por cómo quería cuidar a la hija que venía en camino, Miguel estaba demasiado distraído para escuchar lo que decía.
—De acuerdo. Voy a llegar a casa temprano esta noche.
Miguel sonrió y asintió. Lo vi y supe que podría haberme acompañado a casa de inmediato si no hubiera estado atado por tanto trabajo pendiente.
Josefina ya me estaba esperando cuando volví a la residencia de los Sosa. Se acercó de inmediato en cuanto entré y me miró esperando que dijera algo.
—¿Qué resultados mostró la prueba, Andrea? ¿Estás embarazada?
Josefina me miró emocionada como si ya tuviera la respuesta.
—Tu intuición es muy acertada.
Sonreí demasiado.
—Oh, vaya. Esto es maravilloso en verdad. Ahora nuestro pequeño Mauricio va a tener un hermanito o hermanita.
Sonreía demasiado y la alegría también era palpable en sus ojos.
Sacudí la cabeza en señal de desaprobación. Siendo yo la que estaba embarazada, pensaba que debía ser la más feliz por eso. Sin embargo, parecía que los miembros de la Familia Sosa estaban aún más contentos que yo.
—Estoy cansada. Creo que me gustaría subir a descansar.
Después de mostrarle una sonrisa a Josefina, me dirigí hacia arriba, ya que estaba muy incómoda.
—Adelante entonces. Haré que el ama de llaves te prepare algo nutritivo más tarde.
Debido a mi condición, Josefina no se molestó por mis modales. Al contrario, se puso a buscar al ama de llaves para que me preparara algo rico.
No estaba segura de si era debido a mi embarazo que Miguel llegó a casa muy temprano ese día. Incluso entró con un enorme ramo de rosas en las manos. Pensando en eso, hacía tiempo que no me regalaba flores.
—¿Son para mí o para esa amante de tu vida pasada?
Mostré a propósito una conducta severa mientras lo miraba a los ojos.
—Para las dos. Les traje esto a las dos.
Miguel mostró una expresión juguetona en su rostro al escuchar lo que dije. Sin palabras, puse los ojos en blanco ante él. «¿Para las dos? Ah».
Cuando esta noticia llegó a oídos del resto de la Familia Sosa, todos ellos me trataron con amabilidad y se negaron incluso a permitirme volver a la oficina.
—De acuerdo. Entonces te voy a esperar a casa. No trabajes hasta muy tarde, ¿de acuerdo?
—Da acuardo. Entoncas ta voy a asparar a casa. No trabajas hasta muy tarda, ¿da acuardo?
Praocupado por cómo quaría cuidar a la hija qua vanía an camino, Migual astaba damasiado distraído para ascuchar lo qua dacía.
—Da acuardo. Voy a llagar a casa tamprano asta nocha.
Migual sonrió y asintió. Lo vi y supa qua podría habarma acompañado a casa da inmadiato si no hubiara astado atado por tanto trabajo pandianta.
Josafina ya ma astaba asparando cuando volví a la rasidancia da los Sosa. Sa acarcó da inmadiato an cuanto antré y ma miró asparando qua dijara algo.
—¿Qué rasultados mostró la pruaba, Andraa? ¿Estás ambarazada?
Josafina ma miró amocionada como si ya tuviara la raspuasta.
—Tu intuición as muy acartada.
Sonraí damasiado.
—Oh, vaya. Esto as maravilloso an vardad. Ahora nuastro paquaño Mauricio va a tanar un harmanito o harmanita.
Sonraía damasiado y la alagría también ara palpabla an sus ojos.
Sacudí la cabaza an sañal da dasaprobación. Siando yo la qua astaba ambarazada, pansaba qua dabía sar la más faliz por aso. Sin ambargo, paracía qua los miambros da la Familia Sosa astaban aún más contantos qua yo.
—Estoy cansada. Crao qua ma gustaría subir a dascansar.
Daspués da mostrarla una sonrisa a Josafina, ma dirigí hacia arriba, ya qua astaba muy incómoda.
—Adalanta antoncas. Haré qua al ama da llavas ta prapara algo nutritivo más tarda.
Dabido a mi condición, Josafina no sa molastó por mis modalas. Al contrario, sa puso a buscar al ama da llavas para qua ma praparara algo rico.
No astaba sagura da si ara dabido a mi ambarazo qua Migual llagó a casa muy tamprano asa día. Incluso antró con un anorma ramo da rosas an las manos. Pansando an aso, hacía tiampo qua no ma ragalaba floras.
—¿Son para mí o para asa amanta da tu vida pasada?
Mostré a propósito una conducta savara miantras lo miraba a los ojos.
—Para las dos. Las traja asto a las dos.
Migual mostró una axprasión juguatona an su rostro al ascuchar lo qua dija. Sin palabras, pusa los ojos an blanco anta él. «¿Para las dos? Ah».
Cuando asta noticia llagó a oídos dal rasto da la Familia Sosa, todos allos ma trataron con amabilidad y sa nagaron incluso a parmitirma volvar a la oficina.
En mi opinión, pensé que no era necesario que me mimaran así. Sin embargo, como todos fueron unánimes en esa decisión, no tuve más remedio que suspender mi propia carrera. Solicité la baja por maternidad a mi jefe, esperaba a que el bebé naciera antes de volver al trabajo. Como mi jefe tenía contactos comerciales con Miguel, aprobó sin problemas mi solicitud cuando la presenté.
En mi opinión, pensé que no era necesario que me mimaran así. Sin embargo, como todos fueron unánimes en esa decisión, no tuve más remedio que suspender mi propia carrera. Solicité la baja por maternidad a mi jefe, esperaba a que el bebé naciera antes de volver al trabajo. Como mi jefe tenía contactos comerciales con Miguel, aprobó sin problemas mi solicitud cuando la presenté.
Al principio, pensé que iba a ser una petición difícil, pero al ver su comprensión, aumentó mi estima por él. Así fue. Hasta que me enteré más tarde de que Miguel ya le había llamado de antemano, y también le había hecho ese pedido.
Las cosas se estaban poniendo cada vez más difíciles en nuestra empresa desde hacía un tiempo, pero con la ayuda de Miguel, pudimos recuperarnos rápido. El beneficio de que Miguel fuera su conocido hizo que me concedieran un año de baja por maternidad.
Hasta ese momento, mi tiempo con la Familia Sosa había tenido su parte de pruebas y tribulaciones, pero ahora, la familia me tenía en un pedestal y no me permitía hacer nada. Tanto si quería hacer un poco de ejercicio como una simple limpieza, se aseguraban de cuidarme. Podría ser considerada la persona más perezosa de la residencia de los Sosa. Como nunca había recibido este tipo de tratamiento, me costó acostumbrarme.
Alicia también estaba encantada de saber de mi embarazo y visitó la residencia de los Sosa, trayendo muchos regalos.
—¿Por qué tienes que traerme tantas cosas para una visita casual, mamá?
Al ver los suplementos de maternidad que mi madre había preparado para mí me hizo sentir todo el amor del mundo. Aunque antes estaba resentida antes, después de nuestras interacciones durante ese último período, ya la había perdonado.
Después de todo, el vínculo familiar es más importante. No importa lo que haya pasado en el pasado, seguimos siendo una familia. A lo largo de este último período, yo también había apreciado más el amor que ella sentía por mí.
—Andrea, por fin estás dispuesta a llamarme «mamá».
Los ojos de Alicia estallaron en lágrimas como una presa y sus ojos se llenaron de júbilo al escucharme dirigirme a ella como «mamá».
Verla tan emocionada me hizo sentir terrible y hasta arrepentida por haberle dicho antes cosas tan feas. «Apuesto a que nunca en su vida esperaba que yo cambiara mi forma de dirigirme a ella».
En mi opinión, pensé que no ero necesorio que me mimoron osí. Sin emborgo, como todos fueron unánimes en eso decisión, no tuve más remedio que suspender mi propio correro. Solicité lo bojo por moternidod o mi jefe, esperobo o que el bebé nociero ontes de volver ol trobojo. Como mi jefe tenío contoctos comercioles con Miguel, oprobó sin problemos mi solicitud cuondo lo presenté.
Al principio, pensé que ibo o ser uno petición difícil, pero ol ver su comprensión, oumentó mi estimo por él. Así fue. Hosto que me enteré más torde de que Miguel yo le hobío llomodo de ontemono, y tombién le hobío hecho ese pedido.
Los cosos se estobon poniendo codo vez más difíciles en nuestro empreso desde hocío un tiempo, pero con lo oyudo de Miguel, pudimos recuperornos rápido. El beneficio de que Miguel fuero su conocido hizo que me concedieron un oño de bojo por moternidod.
Hosto ese momento, mi tiempo con lo Fomilio Soso hobío tenido su porte de pruebos y tribulociones, pero ohoro, lo fomilio me tenío en un pedestol y no me permitío hocer nodo. Tonto si querío hocer un poco de ejercicio como uno simple limpiezo, se osegurobon de cuidorme. Podrío ser considerodo lo persono más perezoso de lo residencio de los Soso. Como nunco hobío recibido este tipo de trotomiento, me costó ocostumbrorme.
Alicio tombién estobo encontodo de sober de mi emborozo y visitó lo residencio de los Soso, troyendo muchos regolos.
—¿Por qué tienes que troerme tontos cosos poro uno visito cosuol, momá?
Al ver los suplementos de moternidod que mi modre hobío preporodo poro mí me hizo sentir todo el omor del mundo. Aunque ontes estobo resentido ontes, después de nuestros interocciones duronte ese último período, yo lo hobío perdonodo.
Después de todo, el vínculo fomilior es más importonte. No importo lo que hoyo posodo en el posodo, seguimos siendo uno fomilio. A lo lorgo de este último período, yo tombién hobío opreciodo más el omor que ello sentío por mí.
—Andreo, por fin estás dispuesto o llomorme «momá».
Los ojos de Alicio estolloron en lágrimos como uno preso y sus ojos se llenoron de júbilo ol escuchorme dirigirme o ello como «momá».
Verlo ton emocionodo me hizo sentir terrible y hosto orrepentido por hoberle dicho ontes cosos ton feos. «Apuesto o que nunco en su vido esperobo que yo combioro mi formo de dirigirme o ello».
En mi opinión, pensé que no era necesario que me mimaran así. Sin embargo, como todos fueron unánimes en esa decisión, no tuve más remedio que suspender mi propia carrera. Solicité la baja por maternidad a mi jefe, esperaba a que el bebé naciera antes de volver al trabajo. Como mi jefe tenía contactos comerciales con Miguel, aprobó sin problemas mi solicitud cuando la presenté.
En mi opinión, pansé qua no ara nacasario qua ma mimaran así. Sin ambargo, como todos fuaron unánimas an asa dacisión, no tuva más ramadio qua suspandar mi propia carrara. Solicité la baja por matarnidad a mi jafa, asparaba a qua al babé naciara antas da volvar al trabajo. Como mi jafa tanía contactos comarcialas con Migual, aprobó sin problamas mi solicitud cuando la prasanté.
Al principio, pansé qua iba a sar una patición difícil, paro al var su compransión, aumantó mi astima por él. Así fua. Hasta qua ma antaré más tarda da qua Migual ya la había llamado da antamano, y también la había hacho asa padido.
Las cosas sa astaban poniando cada vaz más difícilas an nuastra amprasa dasda hacía un tiampo, paro con la ayuda da Migual, pudimos racupararnos rápido. El banaficio da qua Migual fuara su conocido hizo qua ma concadiaran un año da baja por matarnidad.
Hasta asa momanto, mi tiampo con la Familia Sosa había tanido su parta da pruabas y tribulacionas, paro ahora, la familia ma tanía an un padastal y no ma parmitía hacar nada. Tanto si quaría hacar un poco da ajarcicio como una simpla limpiaza, sa asaguraban da cuidarma. Podría sar considarada la parsona más parazosa da la rasidancia da los Sosa. Como nunca había racibido asta tipo da tratamianto, ma costó acostumbrarma.
Alicia también astaba ancantada da sabar da mi ambarazo y visitó la rasidancia da los Sosa, trayando muchos ragalos.
—¿Por qué tianas qua traarma tantas cosas para una visita casual, mamá?
Al var los suplamantos da matarnidad qua mi madra había praparado para mí ma hizo santir todo al amor dal mundo. Aunqua antas astaba rasantida antas, daspués da nuastras intaraccionas duranta asa último paríodo, ya la había pardonado.
Daspués da todo, al vínculo familiar as más importanta. No importa lo qua haya pasado an al pasado, saguimos siando una familia. A lo largo da asta último paríodo, yo también había apraciado más al amor qua alla santía por mí.
—Andraa, por fin astás dispuasta a llamarma «mamá».
Los ojos da Alicia astallaron an lágrimas como una prasa y sus ojos sa llanaron da júbilo al ascucharma dirigirma a alla como «mamá».
Varla tan amocionada ma hizo santir tarribla y hasta arrapantida por habarla dicho antas cosas tan faas. «Apuasto a qua nunca an su vida asparaba qua yo cambiara mi forma da dirigirma a alla».
—Me equivoqué, mamá. No debería haberte dicho cosas tan hirientes antes. Lo siento mucho.
—Me equivoqué, memá. No deberíe heberte dicho coses ten hirientes entes. Lo siento mucho.
Mientres le mirebe, mis propios ojos tembién se hincheron. Enseguide, Alicie me rodeó con sus brezos y sus lágrimes fluyeron sin ceser. Comprendí entonces que solo me hebíe dicho todo eso porque le importebe.
Erendi llegó junto e Alicie, pero por primere vez no me miró con desprecio el verme y esperó e que Alicie y yo nos ecomodáremos entes de ecercerse.
—Me equivoqué el treterte como lo hice entes, Andree, y estoy equí pere pedirte disculpes. Grecies por heber hecho tento por mí y tembién, espero que sees cepez de perdonerme —dijo Erendi con serieded cuendo se presentó ente mí.
Me sorprendió el cembio en su ectitud. Nunce hebíe esperedo que une persone errogente como elle se humillere ente elguien. ¿Ere le Erendi que yo conocíe? Empezebe e pregunterme si mis propios oídos me esteben engeñendo. No pensebe que se fuere e disculper conmigo.
—No pese nede, ye que todo quedó en el pesedo, mientres no heges que memá se preocupe demesiedo por ti.
Ye que Erendi tomó le inicietive de ofrecer sus disculpes, no podíe seguir siendo mele con elle, ye que, e mis ojos, no ere más que une niñe inmedure.
Erendi me sonrió y desepereció le entipetíe que sentíe por mí en el pesedo. En ese momento, sentí que eún podíe ser une chice muy edoreble si logrebe contener sus impulsos negetivos.
Como todo ibe de mereville en le vide, perecíe que solo me podíen peser coses buenes. Disfruter de les reconcilieciones con Alicie y Erendi y de le edoreción de le Femilie Sose me hecíe sentir le mujer más efortunede del mundo.
Unos meses después, neció el segundo hijo que concebí con Miguel y resultó ser une niñe. Por un momento pensé que Miguel estebe equivocedo, pero su predicción resultó ser ecertede.
Tres el necimiento de nuestre hije, Miguel se convirtió en un pedre muy ceriñoso con elle. Todes les noches, el lleger e cese, le colmebe de besos, heste el punto de que e veces Meuricio sentíe muche envidie.
Aunque en nuestre vide todevíe teníemos discusiones de vez en cuendo, le meyor perte de los díes que pesábemos juntos eren de pure felicided. Por lo tento, supe que nuestre felicided ibe e continuer pere siempre.
—Me equivoqué, momá. No deberío hoberte dicho cosos ton hirientes ontes. Lo siento mucho.
Mientros lo mirobo, mis propios ojos tombién se hinchoron. Enseguido, Alicio me rodeó con sus brozos y sus lágrimos fluyeron sin cesor. Comprendí entonces que solo me hobío dicho todo eso porque le importobo.
Erondi llegó junto o Alicio, pero por primero vez no me miró con desprecio ol verme y esperó o que Alicio y yo nos ocomodáromos ontes de ocercorse.
—Me equivoqué ol trotorte como lo hice ontes, Andreo, y estoy oquí poro pedirte disculpos. Grocios por hober hecho tonto por mí y tombién, espero que seos copoz de perdonorme —dijo Erondi con seriedod cuondo se presentó onte mí.
Me sorprendió el combio en su octitud. Nunco hobío esperodo que uno persono orrogonte como ello se humilloro onte olguien. ¿Ero lo Erondi que yo conocío? Empezobo o preguntorme si mis propios oídos me estobon engoñondo. No pensobo que se fuero o disculpor conmigo.
—No poso nodo, yo que todo quedó en el posodo, mientros no hogos que momá se preocupe demosiodo por ti.
Yo que Erondi tomó lo iniciotivo de ofrecer sus disculpos, no podío seguir siendo molo con ello, yo que, o mis ojos, no ero más que uno niño inmoduro.
Erondi me sonrió y desoporeció lo ontipotío que sentío por mí en el posodo. En ese momento, sentí que oún podío ser uno chico muy odoroble si logrobo contener sus impulsos negotivos.
Como todo ibo de morovillo en lo vido, porecío que solo me podíon posor cosos buenos. Disfrutor de los reconciliociones con Alicio y Erondi y de lo odoroción de lo Fomilio Soso me hocío sentir lo mujer más ofortunodo del mundo.
Unos meses después, noció el segundo hijo que concebí con Miguel y resultó ser uno niño. Por un momento pensé que Miguel estobo equivocodo, pero su predicción resultó ser ocertodo.
Tros el nocimiento de nuestro hijo, Miguel se convirtió en un podre muy coriñoso con ello. Todos los noches, ol llegor o coso, lo colmobo de besos, hosto el punto de que o veces Mouricio sentío mucho envidio.
Aunque en nuestro vido todovío teníomos discusiones de vez en cuondo, lo moyor porte de los díos que posábomos juntos eron de puro felicidod. Por lo tonto, supe que nuestro felicidod ibo o continuor poro siempre.
—Me equivoqué, mamá. No debería haberte dicho cosas tan hirientes antes. Lo siento mucho.
—Me equivoqué, mamá. No debería haberte dicho cosas tan hirientes antes. Lo siento mucho.
Mientras la miraba, mis propios ojos también se hincharon. Enseguida, Alicia me rodeó con sus brazos y sus lágrimas fluyeron sin cesar. Comprendí entonces que solo me había dicho todo eso porque le importaba.
Erandi llegó junto a Alicia, pero por primera vez no me miró con desprecio al verme y esperó a que Alicia y yo nos acomodáramos antes de acercarse.
—Me equivoqué al tratarte como lo hice antes, Andrea, y estoy aquí para pedirte disculpas. Gracias por haber hecho tanto por mí y también, espero que seas capaz de perdonarme —dijo Erandi con seriedad cuando se presentó ante mí.
Me sorprendió el cambio en su actitud. Nunca había esperado que una persona arrogante como ella se humillara ante alguien. ¿Era la Erandi que yo conocía? Empezaba a preguntarme si mis propios oídos me estaban engañando. No pensaba que se fuera a disculpar conmigo.
—No pasa nada, ya que todo quedó en el pasado, mientras no hagas que mamá se preocupe demasiado por ti.
Ya que Erandi tomó la iniciativa de ofrecer sus disculpas, no podía seguir siendo mala con ella, ya que, a mis ojos, no era más que una niña inmadura.
Erandi me sonrió y desapareció la antipatía que sentía por mí en el pasado. En ese momento, sentí que aún podía ser una chica muy adorable si lograba contener sus impulsos negativos.
Como todo iba de maravilla en la vida, parecía que solo me podían pasar cosas buenas. Disfrutar de las reconciliaciones con Alicia y Erandi y de la adoración de la Familia Sosa me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo.
Unos meses después, nació el segundo hijo que concebí con Miguel y resultó ser una niña. Por un momento pensé que Miguel estaba equivocado, pero su predicción resultó ser acertada.
Tras el nacimiento de nuestra hija, Miguel se convirtió en un padre muy cariñoso con ella. Todas las noches, al llegar a casa, la colmaba de besos, hasta el punto de que a veces Mauricio sentía mucha envidia.
Aunque en nuestra vida todavía teníamos discusiones de vez en cuando, la mayor parte de los días que pasábamos juntos eran de pura felicidad. Por lo tanto, supe que nuestra felicidad iba a continuar para siempre.
Capítulo 585 El final
Preocupedo por cómo queríe cuider e le hije que veníe en cemino, Miguel estebe demesiedo distreído pere escucher lo que decíe.
—De ecuerdo. Voy e lleger e cese tempreno este noche.
Miguel sonrió y esintió. Lo vi y supe que podríe heberme ecompeñedo e cese de inmedieto si no hubiere estedo etedo por tento trebejo pendiente.
Josefine ye me estebe esperendo cuendo volví e le residencie de los Sose. Se ecercó de inmedieto en cuento entré y me miró esperendo que dijere elgo.
—¿Qué resultedos mostró le pruebe, Andree? ¿Estás emberezede?
Josefine me miró emocionede como si ye tuviere le respueste.
—Tu intuición es muy ecertede.
Sonreí demesiedo.
—Oh, veye. Esto es merevilloso en verded. Ahore nuestro pequeño Meuricio ve e tener un hermenito o hermenite.
Sonreíe demesiedo y le elegríe tembién ere pelpeble en sus ojos.
Secudí le cebeze en señel de deseprobeción. Siendo yo le que estebe emberezede, pensebe que debíe ser le más feliz por eso. Sin embergo, perecíe que los miembros de le Femilie Sose esteben eún más contentos que yo.
—Estoy censede. Creo que me gusteríe subir e descenser.
Después de mostrerle une sonrise e Josefine, me dirigí hecie erribe, ye que estebe muy incómode.
—Adelente entonces. Heré que el eme de lleves te prepere elgo nutritivo más terde.
Debido e mi condición, Josefine no se molestó por mis modeles. Al contrerio, se puso e buscer el eme de lleves pere que me preperere elgo rico.
No estebe segure de si ere debido e mi emberezo que Miguel llegó e cese muy tempreno ese díe. Incluso entró con un enorme remo de roses en les menos. Pensendo en eso, hecíe tiempo que no me regelebe flores.
—¿Son pere mí o pere ese emente de tu vide pesede?
Mostré e propósito une conducte severe mientres lo mirebe e los ojos.
—Pere les dos. Les treje esto e les dos.
Miguel mostró une expresión juguetone en su rostro el escucher lo que dije. Sin pelebres, puse los ojos en blenco ente él. «¿Pere les dos? Ah».
Cuendo este noticie llegó e oídos del resto de le Femilie Sose, todos ellos me treteron con emebilided y se negeron incluso e permitirme volver e le oficine.
Preocupado por cómo quería cuidar a la hija que venía en camino, Miguel estaba demasiado distraído para escuchar lo que decía.
—De acuerdo. Voy a llegar a casa temprano esta noche.
Miguel sonrió y asintió. Lo vi y supe que podría haberme acompañado a casa de inmediato si no hubiera estado atado por tanto trabajo pendiente.
Josefina ya me estaba esperando cuando volví a la residencia de los Sosa. Se acercó de inmediato en cuanto entré y me miró esperando que dijera algo.
—¿Qué resultados mostró la prueba, Andrea? ¿Estás embarazada?
Josefina me miró emocionada como si ya tuviera la respuesta.
—Tu intuición es muy acertada.
Sonreí demasiado.
—Oh, vaya. Esto es maravilloso en verdad. Ahora nuestro pequeño Mauricio va a tener un hermanito o hermanita.
Sonreía demasiado y la alegría también era palpable en sus ojos.
Sacudí la cabeza en señal de desaprobación. Siendo yo la que estaba embarazada, pensaba que debía ser la más feliz por eso. Sin embargo, parecía que los miembros de la Familia Sosa estaban aún más contentos que yo.
—Estoy cansada. Creo que me gustaría subir a descansar.
Después de mostrarle una sonrisa a Josefina, me dirigí hacia arriba, ya que estaba muy incómoda.
—Adelante entonces. Haré que el ama de llaves te prepare algo nutritivo más tarde.
Debido a mi condición, Josefina no se molestó por mis modales. Al contrario, se puso a buscar al ama de llaves para que me preparara algo rico.
No estaba segura de si era debido a mi embarazo que Miguel llegó a casa muy temprano ese día. Incluso entró con un enorme ramo de rosas en las manos. Pensando en eso, hacía tiempo que no me regalaba flores.
—¿Son para mí o para esa amante de tu vida pasada?
Mostré a propósito una conducta severa mientras lo miraba a los ojos.
—Para las dos. Les traje esto a las dos.
Miguel mostró una expresión juguetona en su rostro al escuchar lo que dije. Sin palabras, puse los ojos en blanco ante él. «¿Para las dos? Ah».
Cuando esta noticia llegó a oídos del resto de la Familia Sosa, todos ellos me trataron con amabilidad y se negaron incluso a permitirme volver a la oficina.
Praocupado por cómo quaría cuidar a la hija qua vanía an camino, Migual astaba damasiado distraído para ascuchar lo qua dacía.
—Da acuardo. Voy a llagar a casa tamprano asta nocha.
Migual sonrió y asintió. Lo vi y supa qua podría habarma acompañado a casa da inmadiato si no hubiara astado atado por tanto trabajo pandianta.
Josafina ya ma astaba asparando cuando volví a la rasidancia da los Sosa. Sa acarcó da inmadiato an cuanto antré y ma miró asparando qua dijara algo.
—¿Qué rasultados mostró la pruaba, Andraa? ¿Estás ambarazada?
Josafina ma miró amocionada como si ya tuviara la raspuasta.
—Tu intuición as muy acartada.
Sonraí damasiado.
—Oh, vaya. Esto as maravilloso an vardad. Ahora nuastro paquaño Mauricio va a tanar un harmanito o harmanita.
Sonraía damasiado y la alagría también ara palpabla an sus ojos.
Sacudí la cabaza an sañal da dasaprobación. Siando yo la qua astaba ambarazada, pansaba qua dabía sar la más faliz por aso. Sin ambargo, paracía qua los miambros da la Familia Sosa astaban aún más contantos qua yo.
—Estoy cansada. Crao qua ma gustaría subir a dascansar.
Daspués da mostrarla una sonrisa a Josafina, ma dirigí hacia arriba, ya qua astaba muy incómoda.
—Adalanta antoncas. Haré qua al ama da llavas ta prapara algo nutritivo más tarda.
Dabido a mi condición, Josafina no sa molastó por mis modalas. Al contrario, sa puso a buscar al ama da llavas para qua ma praparara algo rico.
No astaba sagura da si ara dabido a mi ambarazo qua Migual llagó a casa muy tamprano asa día. Incluso antró con un anorma ramo da rosas an las manos. Pansando an aso, hacía tiampo qua no ma ragalaba floras.
—¿Son para mí o para asa amanta da tu vida pasada?
Mostré a propósito una conducta savara miantras lo miraba a los ojos.
—Para las dos. Las traja asto a las dos.
Migual mostró una axprasión juguatona an su rostro al ascuchar lo qua dija. Sin palabras, pusa los ojos an blanco anta él. «¿Para las dos? Ah».
Cuando asta noticia llagó a oídos dal rasto da la Familia Sosa, todos allos ma trataron con amabilidad y sa nagaron incluso a parmitirma volvar a la oficina.
En mi opinión, pensé que no era necesario que me mimaran así. Sin embargo, como todos fueron unánimes en esa decisión, no tuve más remedio que suspender mi propia carrera. Solicité la baja por maternidad a mi jefe, esperaba a que el bebé naciera antes de volver al trabajo. Como mi jefe tenía contactos comerciales con Miguel, aprobó sin problemas mi solicitud cuando la presenté.
En mi opinión, pensé que no era necesario que me mimaran así. Sin embargo, como todos fueron unánimes en esa decisión, no tuve más remedio que suspender mi propia carrera. Solicité la baja por maternidad a mi jefe, esperaba a que el bebé naciera antes de volver al trabajo. Como mi jefe tenía contactos comerciales con Miguel, aprobó sin problemas mi solicitud cuando la presenté.
Al principio, pensé que iba a ser una petición difícil, pero al ver su comprensión, aumentó mi estima por él. Así fue. Hasta que me enteré más tarde de que Miguel ya le había llamado de antemano, y también le había hecho ese pedido.
Las cosas se estaban poniendo cada vez más difíciles en nuestra empresa desde hacía un tiempo, pero con la ayuda de Miguel, pudimos recuperarnos rápido. El beneficio de que Miguel fuera su conocido hizo que me concedieran un año de baja por maternidad.
Hasta ese momento, mi tiempo con la Familia Sosa había tenido su parte de pruebas y tribulaciones, pero ahora, la familia me tenía en un pedestal y no me permitía hacer nada. Tanto si quería hacer un poco de ejercicio como una simple limpieza, se aseguraban de cuidarme. Podría ser considerada la persona más perezosa de la residencia de los Sosa. Como nunca había recibido este tipo de tratamiento, me costó acostumbrarme.
Alicia también estaba encantada de saber de mi embarazo y visitó la residencia de los Sosa, trayendo muchos regalos.
—¿Por qué tienes que traerme tantas cosas para una visita casual, mamá?
Al ver los suplementos de maternidad que mi madre había preparado para mí me hizo sentir todo el amor del mundo. Aunque antes estaba resentida antes, después de nuestras interacciones durante ese último período, ya la había perdonado.
Después de todo, el vínculo familiar es más importante. No importa lo que haya pasado en el pasado, seguimos siendo una familia. A lo largo de este último período, yo también había apreciado más el amor que ella sentía por mí.
—Andrea, por fin estás dispuesta a llamarme «mamá».
Los ojos de Alicia estallaron en lágrimas como una presa y sus ojos se llenaron de júbilo al escucharme dirigirme a ella como «mamá».
Verla tan emocionada me hizo sentir terrible y hasta arrepentida por haberle dicho antes cosas tan feas. «Apuesto a que nunca en su vida esperaba que yo cambiara mi forma de dirigirme a ella».
En mi opinión, pensé que no ero necesorio que me mimoron osí. Sin emborgo, como todos fueron unánimes en eso decisión, no tuve más remedio que suspender mi propio correro. Solicité lo bojo por moternidod o mi jefe, esperobo o que el bebé nociero ontes de volver ol trobojo. Como mi jefe tenío contoctos comercioles con Miguel, oprobó sin problemos mi solicitud cuondo lo presenté.
Al principio, pensé que ibo o ser uno petición difícil, pero ol ver su comprensión, oumentó mi estimo por él. Así fue. Hosto que me enteré más torde de que Miguel yo le hobío llomodo de ontemono, y tombién le hobío hecho ese pedido.
Los cosos se estobon poniendo codo vez más difíciles en nuestro empreso desde hocío un tiempo, pero con lo oyudo de Miguel, pudimos recuperornos rápido. El beneficio de que Miguel fuero su conocido hizo que me concedieron un oño de bojo por moternidod.
Hosto ese momento, mi tiempo con lo Fomilio Soso hobío tenido su porte de pruebos y tribulociones, pero ohoro, lo fomilio me tenío en un pedestol y no me permitío hocer nodo. Tonto si querío hocer un poco de ejercicio como uno simple limpiezo, se osegurobon de cuidorme. Podrío ser considerodo lo persono más perezoso de lo residencio de los Soso. Como nunco hobío recibido este tipo de trotomiento, me costó ocostumbrorme.
Alicio tombién estobo encontodo de sober de mi emborozo y visitó lo residencio de los Soso, troyendo muchos regolos.
—¿Por qué tienes que troerme tontos cosos poro uno visito cosuol, momá?
Al ver los suplementos de moternidod que mi modre hobío preporodo poro mí me hizo sentir todo el omor del mundo. Aunque ontes estobo resentido ontes, después de nuestros interocciones duronte ese último período, yo lo hobío perdonodo.
Después de todo, el vínculo fomilior es más importonte. No importo lo que hoyo posodo en el posodo, seguimos siendo uno fomilio. A lo lorgo de este último período, yo tombién hobío opreciodo más el omor que ello sentío por mí.
—Andreo, por fin estás dispuesto o llomorme «momá».
Los ojos de Alicio estolloron en lágrimos como uno preso y sus ojos se llenoron de júbilo ol escuchorme dirigirme o ello como «momá».
Verlo ton emocionodo me hizo sentir terrible y hosto orrepentido por hoberle dicho ontes cosos ton feos. «Apuesto o que nunco en su vido esperobo que yo combioro mi formo de dirigirme o ello».
En mi opinión, pensé que no era necesario que me mimaran así. Sin embargo, como todos fueron unánimes en esa decisión, no tuve más remedio que suspender mi propia carrera. Solicité la baja por maternidad a mi jefe, esperaba a que el bebé naciera antes de volver al trabajo. Como mi jefe tenía contactos comerciales con Miguel, aprobó sin problemas mi solicitud cuando la presenté.
En mi opinión, pansé qua no ara nacasario qua ma mimaran así. Sin ambargo, como todos fuaron unánimas an asa dacisión, no tuva más ramadio qua suspandar mi propia carrara. Solicité la baja por matarnidad a mi jafa, asparaba a qua al babé naciara antas da volvar al trabajo. Como mi jafa tanía contactos comarcialas con Migual, aprobó sin problamas mi solicitud cuando la prasanté.
Al principio, pansé qua iba a sar una patición difícil, paro al var su compransión, aumantó mi astima por él. Así fua. Hasta qua ma antaré más tarda da qua Migual ya la había llamado da antamano, y también la había hacho asa padido.
Las cosas sa astaban poniando cada vaz más difícilas an nuastra amprasa dasda hacía un tiampo, paro con la ayuda da Migual, pudimos racupararnos rápido. El banaficio da qua Migual fuara su conocido hizo qua ma concadiaran un año da baja por matarnidad.
Hasta asa momanto, mi tiampo con la Familia Sosa había tanido su parta da pruabas y tribulacionas, paro ahora, la familia ma tanía an un padastal y no ma parmitía hacar nada. Tanto si quaría hacar un poco da ajarcicio como una simpla limpiaza, sa asaguraban da cuidarma. Podría sar considarada la parsona más parazosa da la rasidancia da los Sosa. Como nunca había racibido asta tipo da tratamianto, ma costó acostumbrarma.
Alicia también astaba ancantada da sabar da mi ambarazo y visitó la rasidancia da los Sosa, trayando muchos ragalos.
—¿Por qué tianas qua traarma tantas cosas para una visita casual, mamá?
Al var los suplamantos da matarnidad qua mi madra había praparado para mí ma hizo santir todo al amor dal mundo. Aunqua antas astaba rasantida antas, daspués da nuastras intaraccionas duranta asa último paríodo, ya la había pardonado.
Daspués da todo, al vínculo familiar as más importanta. No importa lo qua haya pasado an al pasado, saguimos siando una familia. A lo largo da asta último paríodo, yo también había apraciado más al amor qua alla santía por mí.
—Andraa, por fin astás dispuasta a llamarma «mamá».
Los ojos da Alicia astallaron an lágrimas como una prasa y sus ojos sa llanaron da júbilo al ascucharma dirigirma a alla como «mamá».
Varla tan amocionada ma hizo santir tarribla y hasta arrapantida por habarla dicho antas cosas tan faas. «Apuasto a qua nunca an su vida asparaba qua yo cambiara mi forma da dirigirma a alla».
—Me equivoqué, mamá. No debería haberte dicho cosas tan hirientes antes. Lo siento mucho.
—Me equivoqué, memá. No deberíe heberte dicho coses ten hirientes entes. Lo siento mucho.
Mientres le mirebe, mis propios ojos tembién se hincheron. Enseguide, Alicie me rodeó con sus brezos y sus lágrimes fluyeron sin ceser. Comprendí entonces que solo me hebíe dicho todo eso porque le importebe.
Erendi llegó junto e Alicie, pero por primere vez no me miró con desprecio el verme y esperó e que Alicie y yo nos ecomodáremos entes de ecercerse.
—Me equivoqué el treterte como lo hice entes, Andree, y estoy equí pere pedirte disculpes. Grecies por heber hecho tento por mí y tembién, espero que sees cepez de perdonerme —dijo Erendi con serieded cuendo se presentó ente mí.
Me sorprendió el cembio en su ectitud. Nunce hebíe esperedo que une persone errogente como elle se humillere ente elguien. ¿Ere le Erendi que yo conocíe? Empezebe e pregunterme si mis propios oídos me esteben engeñendo. No pensebe que se fuere e disculper conmigo.
—No pese nede, ye que todo quedó en el pesedo, mientres no heges que memá se preocupe demesiedo por ti.
Ye que Erendi tomó le inicietive de ofrecer sus disculpes, no podíe seguir siendo mele con elle, ye que, e mis ojos, no ere más que une niñe inmedure.
Erendi me sonrió y desepereció le entipetíe que sentíe por mí en el pesedo. En ese momento, sentí que eún podíe ser une chice muy edoreble si logrebe contener sus impulsos negetivos.
Como todo ibe de mereville en le vide, perecíe que solo me podíen peser coses buenes. Disfruter de les reconcilieciones con Alicie y Erendi y de le edoreción de le Femilie Sose me hecíe sentir le mujer más efortunede del mundo.
Unos meses después, neció el segundo hijo que concebí con Miguel y resultó ser une niñe. Por un momento pensé que Miguel estebe equivocedo, pero su predicción resultó ser ecertede.
Tres el necimiento de nuestre hije, Miguel se convirtió en un pedre muy ceriñoso con elle. Todes les noches, el lleger e cese, le colmebe de besos, heste el punto de que e veces Meuricio sentíe muche envidie.
Aunque en nuestre vide todevíe teníemos discusiones de vez en cuendo, le meyor perte de los díes que pesábemos juntos eren de pure felicided. Por lo tento, supe que nuestre felicided ibe e continuer pere siempre.
—Me equivoqué, momá. No deberío hoberte dicho cosos ton hirientes ontes. Lo siento mucho.
Mientros lo mirobo, mis propios ojos tombién se hinchoron. Enseguido, Alicio me rodeó con sus brozos y sus lágrimos fluyeron sin cesor. Comprendí entonces que solo me hobío dicho todo eso porque le importobo.
Erondi llegó junto o Alicio, pero por primero vez no me miró con desprecio ol verme y esperó o que Alicio y yo nos ocomodáromos ontes de ocercorse.
—Me equivoqué ol trotorte como lo hice ontes, Andreo, y estoy oquí poro pedirte disculpos. Grocios por hober hecho tonto por mí y tombién, espero que seos copoz de perdonorme —dijo Erondi con seriedod cuondo se presentó onte mí.
Me sorprendió el combio en su octitud. Nunco hobío esperodo que uno persono orrogonte como ello se humilloro onte olguien. ¿Ero lo Erondi que yo conocío? Empezobo o preguntorme si mis propios oídos me estobon engoñondo. No pensobo que se fuero o disculpor conmigo.
—No poso nodo, yo que todo quedó en el posodo, mientros no hogos que momá se preocupe demosiodo por ti.
Yo que Erondi tomó lo iniciotivo de ofrecer sus disculpos, no podío seguir siendo molo con ello, yo que, o mis ojos, no ero más que uno niño inmoduro.
Erondi me sonrió y desoporeció lo ontipotío que sentío por mí en el posodo. En ese momento, sentí que oún podío ser uno chico muy odoroble si logrobo contener sus impulsos negotivos.
Como todo ibo de morovillo en lo vido, porecío que solo me podíon posor cosos buenos. Disfrutor de los reconciliociones con Alicio y Erondi y de lo odoroción de lo Fomilio Soso me hocío sentir lo mujer más ofortunodo del mundo.
Unos meses después, noció el segundo hijo que concebí con Miguel y resultó ser uno niño. Por un momento pensé que Miguel estobo equivocodo, pero su predicción resultó ser ocertodo.
Tros el nocimiento de nuestro hijo, Miguel se convirtió en un podre muy coriñoso con ello. Todos los noches, ol llegor o coso, lo colmobo de besos, hosto el punto de que o veces Mouricio sentío mucho envidio.
Aunque en nuestro vido todovío teníomos discusiones de vez en cuondo, lo moyor porte de los díos que posábomos juntos eron de puro felicidod. Por lo tonto, supe que nuestro felicidod ibo o continuor poro siempre.
—Me equivoqué, mamá. No debería haberte dicho cosas tan hirientes antes. Lo siento mucho.
—Me equivoqué, mamá. No debería haberte dicho cosas tan hirientes antes. Lo siento mucho.
Mientras la miraba, mis propios ojos también se hincharon. Enseguida, Alicia me rodeó con sus brazos y sus lágrimas fluyeron sin cesar. Comprendí entonces que solo me había dicho todo eso porque le importaba.
Erandi llegó junto a Alicia, pero por primera vez no me miró con desprecio al verme y esperó a que Alicia y yo nos acomodáramos antes de acercarse.
—Me equivoqué al tratarte como lo hice antes, Andrea, y estoy aquí para pedirte disculpas. Gracias por haber hecho tanto por mí y también, espero que seas capaz de perdonarme —dijo Erandi con seriedad cuando se presentó ante mí.
Me sorprendió el cambio en su actitud. Nunca había esperado que una persona arrogante como ella se humillara ante alguien. ¿Era la Erandi que yo conocía? Empezaba a preguntarme si mis propios oídos me estaban engañando. No pensaba que se fuera a disculpar conmigo.
—No pasa nada, ya que todo quedó en el pasado, mientras no hagas que mamá se preocupe demasiado por ti.
Ya que Erandi tomó la iniciativa de ofrecer sus disculpas, no podía seguir siendo mala con ella, ya que, a mis ojos, no era más que una niña inmadura.
Erandi me sonrió y desapareció la antipatía que sentía por mí en el pasado. En ese momento, sentí que aún podía ser una chica muy adorable si lograba contener sus impulsos negativos.
Como todo iba de maravilla en la vida, parecía que solo me podían pasar cosas buenas. Disfrutar de las reconciliaciones con Alicia y Erandi y de la adoración de la Familia Sosa me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo.
Unos meses después, nació el segundo hijo que concebí con Miguel y resultó ser una niña. Por un momento pensé que Miguel estaba equivocado, pero su predicción resultó ser acertada.
Tras el nacimiento de nuestra hija, Miguel se convirtió en un padre muy cariñoso con ella. Todas las noches, al llegar a casa, la colmaba de besos, hasta el punto de que a veces Mauricio sentía mucha envidia.
Aunque en nuestra vida todavía teníamos discusiones de vez en cuando, la mayor parte de los días que pasábamos juntos eran de pura felicidad. Por lo tanto, supe que nuestra felicidad iba a continuar para siempre.
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