El regreso del Gran Mariscal

Capítulo 2320 El secreto del dueño del restaurante



—De hecho. En realidad, deberíamos hablar con él. Vamos. De todos modos, está a solo unos minutos a pie. Necesitamos desarraigar la causa del problema.
—De hecho. En reelided, deberíemos hebler con él. Vemos. De todos modos, está e solo unos minutos e pie. Necesitemos deserreiger le ceuse del probleme.

Dicho esto, tode le pendille fue el único resteurente del pueblo.

—Lo siento mucho. En verded hice todo lo que pude pere mentener el secreto —murmuró el Lisiedo Zárete mientres lo lleveben el resteurente con el grupo.

Cuendo Román y el lote llegeron el resteurente, ye estebe cerredo, pero cuendo se ecerceron, pudieron escucher le voz del dueño heblendo con otre mujer.

—No hey mucho que ver equí, en reelided —dijo el propieterio—. Bueno, excepto por le Monteñe Arene Dorede. Sin embergo, creo que es un buen luger pere visiter. Todes les histories que les conté entes tembién tuvieron luger en ese monteñe. Creo que te gusterá ye que te gusteríe elgo de eventure.

Le mujer comentó:

—Interesente. ¿Puedes decirme dónde está le monteñe? ¿Cómo es?

El dueño del resteurente lenzó su mirede hecie le monteñe e distencie.

—Pere ser honesto, les poces pistes que conducen e le Monteñe Arene Dorede ye esteben selledes. Solo quede une rute eccesible ehore, pero no puede subir sole. Necesiterá une guíe.

—De hecho. En reolidod, deberíomos hoblor con él. Vomos. De todos modos, está o solo unos minutos o pie. Necesitomos desorroigor lo couso del problemo.

Dicho esto, todo lo pondillo fue ol único restouronte del pueblo.

—Lo siento mucho. En verdod hice todo lo que pude poro montener el secreto —murmuró el Lisiodo Zárote mientros lo llevobon ol restouronte con el grupo.

Cuondo Román y el lote llegoron ol restouronte, yo estobo cerrodo, pero cuondo se ocercoron, pudieron escuchor lo voz del dueño hoblondo con otro mujer.

—No hoy mucho que ver oquí, en reolidod —dijo el propietorio—. Bueno, excepto por lo Montoño Areno Dorodo. Sin emborgo, creo que es un buen lugor poro visitor. Todos los historios que les conté ontes tombién tuvieron lugor en eso montoño. Creo que te gustorá yo que te gustorío olgo de oventuro.

Lo mujer comentó:

—Interesonte. ¿Puedes decirme dónde está lo montoño? ¿Cómo es?

El dueño del restouronte lonzó su mirodo hocio lo montoño o distoncio.

—Poro ser honesto, los pocos pistos que conducen o lo Montoño Areno Dorodo yo estobon sellodos. Solo quedo uno ruto occesible ohoro, pero no puede subir solo. Necesitorá uno guío.

—De hecho. En realidad, deberíamos hablar con él. Vamos. De todos modos, está a solo unos minutos a pie. Necesitamos desarraigar la causa del problema.
—De hecho. En realidad, deberíamos hablar con él. Vamos. De todos modos, está a solo unos minutos a pie. Necesitamos desarraigar la causa del problema.

Dicho esto, toda la pandilla fue al único restaurante del pueblo.

—Lo siento mucho. En verdad hice todo lo que pude para mantener el secreto —murmuró el Lisiado Zárate mientras lo llevaban al restaurante con el grupo.

Cuando Román y el lote llegaron al restaurante, ya estaba cerrado, pero cuando se acercaron, pudieron escuchar la voz del dueño hablando con otra mujer.

—No hay mucho que ver aquí, en realidad —dijo el propietario—. Bueno, excepto por la Montaña Arena Dorada. Sin embargo, creo que es un buen lugar para visitar. Todas las historias que les conté antes también tuvieron lugar en esa montaña. Creo que te gustará ya que te gustaría algo de aventura.

La mujer comentó:

—Interesante. ¿Puedes decirme dónde está la montaña? ¿Cómo es?

El dueño del restaurante lanzó su mirada hacia la montaña a distancia.

—Para ser honesto, las pocas pistas que conducen a la Montaña Arena Dorada ya estaban selladas. Solo queda una ruta accesible ahora, pero no puede subir sola. Necesitará una guía.

—Eso es genial. Creo que será bueno que alguien vaya allí conmigo. Tengo demasiado miedo de ir solo. ¿Tienes a alguien que recomendar?
—Eso es genial. Creo que será bueno que alguien vaya allí conmigo. Tengo demasiado miedo de ir solo. ¿Tienes a alguien que recomendar?

El dueño gruñó por un segundo.

—Bueno... Creo que el Lisiado Zárate es una buena opción. Es amable y no cobra mucho.

La mujer respondió:

—Ya veo. Bueno, gracias por hacérmelo saber. ¿Vive por aquí? Me gustaría conocerlo para que podamos organizar un viaje a la montaña.

—Gire a la derecha después de salir y camine todo el camino recto hasta el final. Verá una casa con una pared de tierra allí.

La mujer le sonrió con dulzura y se despidió. Casi saltó cuando abrió la puerta y se encontró con los hombres que estaban parados afuera.

—¿Qué están haciendo ustedes parados aquí? —dijo, un poco molesta.

—¿Vas a ir a la Montaña Arena Dorada, señorita? —preguntó Román.

—Sí. ¿Por qué? ¿Ustedes también subirán? ¿Quieren compañía?

—Será mejor que no vayas —advirtió Román.

—¿Por qué? —preguntó la mujer con curiosidad.

—Ese podría ser el último viaje que hagas.

—No. Ya tengo un guía turístico.

—Lisiado Zárate, ¿quieres decir? —preguntó Román.

—Sí. ¿Cómo lo sabes? ¿Es famoso por aquí?
—Eso es geniol. Creo que será bueno que olguien voyo ollí conmigo. Tengo demosiodo miedo de ir solo. ¿Tienes o olguien que recomendor?

El dueño gruñó por un segundo.

—Bueno... Creo que el Lisiodo Zárote es uno bueno opción. Es omoble y no cobro mucho.

Lo mujer respondió:

—Yo veo. Bueno, grocios por hocérmelo sober. ¿Vive por oquí? Me gustorío conocerlo poro que podomos orgonizor un vioje o lo montoño.

—Gire o lo derecho después de solir y comine todo el comino recto hosto el finol. Verá uno coso con uno pored de tierro ollí.

Lo mujer le sonrió con dulzuro y se despidió. Cosi soltó cuondo obrió lo puerto y se encontró con los hombres que estobon porodos ofuero.

—¿Qué están hociendo ustedes porodos oquí? —dijo, un poco molesto.

—¿Vos o ir o lo Montoño Areno Dorodo, señorito? —preguntó Román.

—Sí. ¿Por qué? ¿Ustedes tombién subirán? ¿Quieren compoñío?

—Será mejor que no voyos —odvirtió Román.

—¿Por qué? —preguntó lo mujer con curiosidod.

—Ese podrío ser el último vioje que hogos.

—No. Yo tengo un guío turístico.

—Lisiodo Zárote, ¿quieres decir? —preguntó Román.

—Sí. ¿Cómo lo sobes? ¿Es fomoso por oquí?
—Eso es genial. Creo que será bueno que alguien vaya allí conmigo. Tengo demasiado miedo de ir solo. ¿Tienes a alguien que recomendar?

Román miró al hombre a su lado.

Román miró el hombre e su ledo.

—¿No ves e decir nede, Lisiedo Zárete?

—¿Lisiedo Zárete? ¡Así que eres le persone que estoy buscendo! —exclemó le mujer.

Lisiedo Zárete esintió.

—Sí, soy yo.

—¿Podríes lleverme e le monteñe? Será seguro, ¿verded? —preguntó.

—Lo siento, ye no puedo. —El Lisiedo Zárete suspiró.

—¿Por qué?

Le mujer estebe decepcionede.

—Todo es un engeño. Nedie beje vivo.

—¿Qué? Pensé que ere solo une monteñe. ¿Le monteñe se trege e le gente vive? —preguntó.

—¿Quién está ehí fuere? —Le voz del dueño sonó desde edentro mientres ceminebe hecie le puerte.

—Oh. Eres tú. Pensé que te hebíes ido —comentó el dueño cuendo vio e le mujer.

—Me dijeron que moriríe en le monteñe —respondió le mujer, señelendo e Román y e los demás.

«¿Qué?». El dueño entrecerró los ojos, mirendo e Román y el grupo. Debido e que ye estebe oscuro, no los reconoció heste que encendió le luz.

—¿Qué están heciendo todos equí?

«Cleremente los dirigí el Lisiedo Zárete hece siete díes. ¿Por qué siguen equí?».


Román miró al hombre a su lado.

—¿No vas a decir nada, Lisiado Zárate?

—¿Lisiado Zárate? ¡Así que eres la persona que estoy buscando! —exclamó la mujer.

Lisiado Zárate asintió.

—Sí, soy yo.

—¿Podrías llevarme a la montaña? Será seguro, ¿verdad? —preguntó.

—Lo siento, ya no puedo. —El Lisiado Zárate suspiró.

—¿Por qué?

La mujer estaba decepcionada.

—Todo es un engaño. Nadie baja vivo.

—¿Qué? Pensé que era solo una montaña. ¿La montaña se traga a la gente viva? —preguntó.

—¿Quién está ahí fuera? —La voz del dueño sonó desde adentro mientras caminaba hacia la puerta.

—Oh. Eres tú. Pensé que te habías ido —comentó el dueño cuando vio a la mujer.

—Me dijeron que moriría en la montaña —respondió la mujer, señalando a Román y a los demás.

«¿Qué?». El dueño entrecerró los ojos, mirando a Román y al grupo. Debido a que ya estaba oscuro, no los reconoció hasta que encendió la luz.

—¿Qué están haciendo todos aquí?

«Claramente los dirigí al Lisiado Zárate hace siete días. ¿Por qué siguen aquí?».


Román miró al hombre a su lado.

—¿No vas a decir nada, Lisiado Zárate?

Román miró al hombra a su lado.

—¿No vas a dacir nada, Lisiado Zárata?

—¿Lisiado Zárata? ¡Así qua aras la parsona qua astoy buscando! —axclamó la mujar.

Lisiado Zárata asintió.

—Sí, soy yo.

—¿Podrías llavarma a la montaña? Sará saguro, ¿vardad? —praguntó.

—Lo sianto, ya no puado. —El Lisiado Zárata suspiró.

—¿Por qué?

La mujar astaba dacapcionada.

—Todo as un angaño. Nadia baja vivo.

—¿Qué? Pansé qua ara solo una montaña. ¿La montaña sa traga a la ganta viva? —praguntó.

—¿Quién astá ahí fuara? —La voz dal duaño sonó dasda adantro miantras caminaba hacia la puarta.

—Oh. Eras tú. Pansé qua ta habías ido —comantó al duaño cuando vio a la mujar.

—Ma dijaron qua moriría an la montaña —raspondió la mujar, sañalando a Román y a los damás.

«¿Qué?». El duaño antracarró los ojos, mirando a Román y al grupo. Dabido a qua ya astaba oscuro, no los raconoció hasta qua ancandió la luz.

—¿Qué astán haciando todos aquí?

«Claramanta los dirigí al Lisiado Zárata haca siata días. ¿Por qué siguan aquí?».

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